domingo, 22 de mayo de 2011

Y USTEDES ¿QUIÉN DICEN QUE SOY YO?

Querido Jesús:

Acabo de leer en tu evangelio una pregunta que haces a tus discípulos y que no deja de cuestionarme: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?” (Mc 8,29). Y me cuestiona porque mientras no defina quién eres para mí no tendré suficientemente claro de qué manera te pueda seguir y servir. Es por eso que te escribo esta misiva para tratar de darte una respuesta. Ya de entrada deja decirte que cualquier respuesta que te dé probablemente no me dejará satisfecho, no sé si a ti. Seguramente esta pregunta me acompañará toda la vida sin haber dado con una respuesta del todo satisfactoria.

Podría responderte lo que la gente común de tu tiempo decía de ti: que si eres Juan el Bautista, Elías u otro profeta (Mc 8,28), porque se han deslumbrado con tus signos maravillosos. En los tiempos actuales muchos te ven tan solo como un carismático, alguien que trajo al mundo un mensaje de paz. Los hubo incluso quienes, no hace mucho, te confundían con un revolucionario, amigo de las masas que llamaba a un cambio radical, así fuera por las armas. Todavía hay quienes te ven como un curandero, alguien a quien recurrir por un milagro para que sus problemas se vean solucionados y nada más.

También podría responderte aventuradamente como Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). ¿Y para qué? ¿Acaso para buscar tu favor de que le des el visto bueno a mis pensamientos que se acomodan más al modo de ser de los hombres que al de Dios? ¿No buscaría con ello desviarte de tu misión y conducirte a la gloria que da el mundo sin que pases por la fuerza liberadora y purificadora de la cruz, y así, al amparo de tu nombre, poder vivir de privilegios?

Pero no. Tú me pides una respuesta personal, nacida de un auténtico encuentro contigo que me lleve a dejarlo todo, a abrazar tu vida y tu pasión por el reino y por el hombre. Una respuesta que me permita dejarme moldear por ti desde dentro para llegar a ser un hombre nuevo. Una respuesta que sea signo de mi obediencia incondicionada a ti y a tu misión hasta las últimas consecuencias. En fin, una respuesta que me lleve a ser como tú, entiendo por ello: a vivir como tú moriste y a morir como tú viviste.

Lamento decirte que tal respuesta aún escapa a mis posibilidades. Quizá porque en el fondo escondo un cierto temor. Qué tal si mi respuesta es mezquina o mediocre buscando disuadirte mereciendo por ello tremenda reprimenda que le diste a Pedro llamándolo satanás (Cf. Mc 8,33). Tal vez me cuesta decir quién eres para mí por temor a tus exigencias o por sentirme demasiado débil como para cargar con mi cruz de cada día, porque, no pocas veces me sucede que, cuando más seguro me siento en tu camino, de repente tu rostro se me pierde y quedo desconcertado y extraviado por no saber responderte justo en el momento preciso en que tenía que dar a conocer quién eres para mí.

Y sin embargo, indudablemente, eres tú quién me ha llamado. Entonces, buscando una respuesta podría decir, precisamente, que tú eres para mí Aquel que me ha llamado. Sí, tú me has llamado con todo mi ser de luces y sombras a seguirte adondequiera que vayas. Porque ¿a qué viene toda esa angustia, esa sensación de extravío cuando no cumplo con lo que corresponde a tu llamado por ir tras las voces de este mundo o por haber aflojado el paso? Además, ¿por qué no encuentro nada que me haga tan feliz y me deje tan en paz que cumplir tu voluntad y en tu nombre servir a los demás y sobrellevar mi cruz de cada día? Tú eres Aquel que me ha llamado también confiando en mis dones, que no son otros que los que tú me has concedido, porque a pesar de todo esperas de mí muchos frutos, esperas lo mejor.

Jesús, ya para despedirme, a ti que nada se te oculta de mí, dime: ¿Quién dices tú que soy yo?

Para reflexionar:

¿Quién es y qué lugar ocupa Jesús en mi vida? La respuesta que doy sobre quién es Jesús para mí ¿proviene de mí o de otros? Sin duda que para Jesús somos lo mejor, el trofeo más preciado, porque dio su vida para salvarnos ¿en verdad lo creo? ¿A qué me mueve esta creencia?